Reflexiones barbateñas

Fotografía de Albert Ripoll Guspi (1962)

La magnífica foto que acompaña este escrito, da pie a una nueva reflexión, una más, sobre nuestro pueblo. Para situar el escrito en contexto, la foto es de 1962 (es decir, de antes de ayer) y forma parte de una colección de un fotógrafo que pasó por nuestro pueblo y nos dejó auténticas “joyas” que “retrataban” (nunca mejor dicho) aquel Barbate de los años 60 del pasado siglo.

La foto cumple aquello de que “una imagen vale más que mil palabras”, y es que en aquellos tiempos “imperiales” de nuestro pueblo, con una flota pesquera y una industria conservera que eran de las primeras de España, lo que refleja la foto es la “carencia” de casi todo, en cuanto a lo material, que padecían muchos de nuestros paisanos de entonces. Por lo que en esta reflexión, más sentimental que otra cosa, intentando hacer una “disección” de lo que me transmite esa foto, me quedo con la alegría y la “luz” que trasmite la muchacha, y la inocencia del niño, a los que parecía no importarles mucho, las carencias “materiales” en las que se desarrollaba su día a día.

Me quedo también con la juventud perdida, esa juventud que se fue para no volver, y con esa solidaridad innata que había entonces. Sobre todo entre los que menos tenían, donde sin mucho marketing, sin muchos estudios (ya fueran de mercado o de opinión) se estaba ahí para ayudar o “echar un cable” a quien podía estar algo peor que tú. Pero en lo “material”, me quedo con el Barbate actual, donde, pese a perder nuestros “imperios” pesquero y conservero, se ha ganado en “calidad de vida”, pese a los problemas existentes, que están ahí, aunque a veces se quieran “enmascarar”. Esa foto sería hoy una “excepción, mientras que en aquellos años era una “generalización”.

En fin, que termino con una observación que puede ser incluso un cierto “paradigma” de las cosas que han estado y siguen “empantanadas” en nuestro pueblo durante décadas y décadas, y es que la zona del Zapal, donde está hecha la foto, sigue siendo hoy mayoritariamente, 50 años después de la desaparición del Zapal, un inmenso solar yermo y vacío, con matojos y jaramagos en pleno centro del pueblo. Zapal que fue desalojado de “aquella manera”, y que no sé si hoy sigue siendo objeto de algún litigio. Como titulaba en otro escrito, “Barbate del alma mía”… Barbate del alma nuestra, con sus virtudes y sus defectos, con sus luces y sus sombras, y, por qué no, con sus eternas “contradicciones”. Aunque a lo mejor por eso, quién sabe, lo queremos un poco más. Salud.

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