“Zapal”, la cara
El pasado viernes 20 de septiembre se estrenó en Barbate “Zapal, la memoria de una fotografía”, cortometraje documental de Francisco Artacho y José Luis Tirado. La acogida de los barbateños fue espectacular; según asistentes, acudieron en torno a dos mil personas. El resultado, 17 minutos vibrantes de memoria de Barbate y cine de primera. No hay muchas obras de arte de barbateños o inspiradas en Barbate que alcancen esta altura. Y pocas películas tan originales como esta podrán producirse en lo que resta de año y de década.
Pero, vayamos por partes.
La memoria
El documental nace para celebrar el quincuagésimo aniversario del derribo de la zona chabolista, y para conmemorar lo que el Zapal significó en la vida de los nuevos barbateños y de Barbate. Concretamente se ubica en 1937, en plena Guerra Civil. Los nuevos barbateños no dejaban de llegar en búsqueda de las oportunidades que brindaban nuestras industrias pesqueras y conserveras, y se encontraban también un pueblo que sufría la guerra en todas sus dimensiones: represalias, asesinatos, carencia de todo tipo de recursos y hambre, a pesar del mucho trabajo. Vivienda, la que cada cual se construía en aquel barrizal. El hambre y la conciencia colectiva del recién llegado, con una patria por conformar, también hicieron de aquel espacio un lugar de encuentro y, más que solidaridad, auténtica convivencia colectiva. Así se formó el Zapal, así se formó Barbate.
El homenaje
La fotografía referida en el título de la película, la tomó en 1937 José Reymundo González, y formó parte del expediente de segregación de Barbate de Vejer, que aconteció en 1938. En el centro, asomada a la ventana, “La Ratona”, que será la narradora de esta bella historia.
La película
Desde época medieval, la imagen, a través de viñetas, se integró en el discurso narrativo, se hizo parte del acontecer de una historia contada oralmente y de la ilustración de libros. Esto en cuanto a la literatura. El arte, desde tiempo inmemorial (vayamos a Atapuerca) también ha querido convertirse en lenguaje y reflejar conocimientos y contar historias.
El cine, en su origen, dio con la clave para expresarse únicamente a través de imágenes, sucesiones de fotografías muy próximas en el tiempo que daban sensación de movimiento. Las primeras películas no necesitaban sonido, su identidad y su razón de ser estaba en la continuidad de la imagen, que ahora sí, sin palabras, podía contar historias dotadas de acción. No creo que haya que recorrer durante cuántos decenios el cine fue mudo, y que décadas después lo mismo sucedió con los vídeos caseros y familiares. Tardó mucho el cine en ser lo que es hoy. Por su simbiosis natural con el teatro (entre otras cosas) y por el desarrollo tecnológico, hoy integra la palabra y la música.
Pues Artacho y Tirado han pervertido completa y felizmente el sentido del cine al hacer una película de 17 minutos que se mueve únicamente dentro de una fotografía. Convierten el filme en el visionado particular de una instantánea de un álbum familiar. Cada detalle es un recuerdo, cada persona una historia personal de quien observa, la propia “Ratona”.
Se hace corto el visionado de la obra de Reymundo y se hace corto el relato, interpretado por Yolanda Marín, que se estrena brillantemente como actriz. Una locución sin estridencias, plena de naturalidad y verdad y el acopio más amplio que conocemos del léxico barbateño (con perdón de Atutué). Y en esa sencillez de la expresión de Yolanda Marín y en esa construcción prodigiosa del guion, abundan la emoción.
Una película vibrante que tendrá su recorrido en festivales y concursos y a la que esperan muchos éxitos. Pero, por muy pronto que lleguen, no debemos tener la esperanza de que aquí a unos meses el cortometraje esté disponible en YouTube. Por muy tontos que sean los responsables de las plataformas de streaming, alguna comprenderá su valor y la comprará. Artacho, Tirado, probad con FlixOlé.