Repartir la alegría

Ayer se celebró la romería de la Virgen de Fátima y concluyeron las celebraciones religiosas y populares, que este año han sido menos. Se nos lamentaba un vecino que este año, por primera vez, no se había colocado un escenario y no iba a haber actuaciones para celebrar todos juntos en la calle. Y así, de buenas a primeras se pierde otra fiesta popular.

El día 7 de mayo ya no es fiesta local. De buenas a primeras dejó de serlo, y de buenas a primeras ese muchedumbre que peregrinaba a la ermita de la Virgen de la Oliva dejó de hacerlo. La gente lo recuerda, pero se perdió sin rechistar.

La sardinada era suciedad sin límites en Rajamanta, multitudes de autobuses llenos de turistas que colapsaban el pueblo y traían miseria en los bolsillos, el riesgo de que la gente maltratara y dañara el pinar en la Yerbabuena; pero también eran cuatro días para que familias enteras viviesen en El Chorro, y junto a ellas, grupos de jóvenes que se organizaban por primera vez para vivir con sus amigos fuera de sus casas. Cuatro días en que el pueblo se trasladaba al pie de nuestra breña a vivir todos juntos como si aquello fuera el Zapal de nuestro origen y nuestra alegría. La gente lo recuerda y se perdió sin rechistar. Entendimos que había que proteger el Parque Natural, pero ¿qué hacen allí esos chiringuitos en verano?

Ahora le toca el turno a los vecinos de la Fátima. Ahora les toca a ellos perder ese día grande que era su motivo de vecindad y de alegría, y motivo para que todos los barbateños mirásemos allá arriba en día de fiesta. ¿Tanto cuesta? ¿Tan caro sale montar un escenario y contratar una actuación? ¿Ha sido descuido? ¿Se perderá para siempre?

El vecino se nos lamentaba, sí, pero parecía haber resignación. Lo dará por perdido.

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