Miguel Molina, a la desesperada
Ayer la ministra de Defensa, Margarita Robles, visitó el Campo de Adiestramiento de la Sierra del Retín (CASR), hecho que conoció el alcalde de Barbate, Miguel Molina, a través de los medios de comunicación. Lo primero que hizo Molina fue convocar a un canal de YouTube para que transmitiera sus lamentos a la ciudadanía. Lo siguiente, plantarse allí donde no había sido invitado.
En sus declaraciones a la emisora, Molina se quejó amargamente de que la ministra Robles no tuviera la cortesía de avisarlo de su visita a nuestro municipio. A su entender, era una falta de respeto institucional (posiblemente así sea) y al pueblo de Barbate.
La ministra de Defensa está sobradamente informada de las pretensiones de Molina y su Plan de Singularidad que reclama más de 400 millones de euros para Barbate por el CASR. Si Robles no avisó a Molina de su presencia en Barbate fue por ahorrarse escuchar sus peticiones, que no le deben resultar encajables. Y, desde luego, lo que la ministra no debía querer en ningún caso es ponerse delante de las cámaras junto a Molina para responder a esta cuestión. De no ponerse delante de las cámaras para responder a preguntas incómodas Molina también sabe mucho, que solo se pone delante de las cámaras locales para soltar su discurso victimista y no para responder a preguntas incómodas sobre su gestión.
A sabiendas de todo, Molina no se contentó y quiso mantenerse en la cresta de la ola. Se dirigió al CASR y pidió ver un minuto a la ministra. Tuvo mala suerte, la ministra aceptó. Qué bien le habría venido que no lo hiciera. Pero lo hizo, y ahí está la foto con Miguel Molina contándole a Robles lo que esta ya sabe y le importa un bledo.
Mal camino, alcalde. ¿De verdad quiere conseguir esa compensación para el pueblo de Barbate? Pues entonces entienda que no es cosa suya, que a usted no lo reciben, que es cosa del pueblo, y con el pueblo debe contar para personarse ante el Ministerio de Defensa en Madrid, por ejemplo. Así sí se da la lata. Vamos a ello, anda, y no se recree en las humillaciones a su cargo y a su persona.